Pronunciar tu nombre apenas alcanza un balbuceo un susurro que se cuela entre las lenguaradas del viento y termina desvaneciéndose inadvertido en esta tarde de horas que se suceden irremediables sin traer nada consigo ni siquiera una llamada equivocada que me haga recuperar por un momento la esperanza de que deseas volvamos a hacer nuestra una noche de alquiler.
Deja que mis ganas te encuentren en medio de la oscuridad y mis dedos inquietos vayan como luciérnagas iluminando los rincones de tu cuerpo taciturno. Que el aroma prófugo de los poros de mi piel sea la brújula que te indique mi norte cuando me halle perdida en tu sur y mi soplo agitado, perfumado de vino blanco el viento que ponga a girar nuevamente el anemómetro de tus deseos.