En ese momento Ella sintió como si le hubiesen incrustado un puñal en su corazón, y como si la vida se le quisiera ir en cada grito ahogado que daba a escondidas de todos.
Ya era inevitable. La separación a la que tanto le temía se había producido, y el juicio del que tanto huía había decidido por fin encararla y analizarla toda para determinar qué hacer con ella.
Consciente estaba de que lo único que le quedaba era esperar, aunque segura también estaba de que con cada día que pasara se iba a ir consumiendo más. ¿Qué podía hacer?, no podía evitarlo.Por más que tratara de engañar a los demás, no podía hacerlo consigo misma. No podía ser indiferente a la presión que tenía en el pecho, a los miles de recuerdos que se le venían a la mente, a los detalles con los que de pronto se encontraba y que le removían todo cuanto sentía. Parecía un juego del destino, pero hasta Ella tampoco podía evitar llegar a un lugar y que en éste pusieran casualmente alguna canción que identificara con lo que estaba pasando con Él.
Se repetía que tenía que ser fuerte, y que si la vida se empeñaba en tratarla con golpes, pues tendría que aprender a subsistir con ellos. Una tarea nada fácil, pero necesaria si el tiempo así lo decidía.
Ella tenía miedo, mucho miedo. Sabía que por más mañanas, tardes y noches que pasaran no moriría el sentimiento que sentía por Él, y que cuando lo volviera a ver se le iban a venir encima todas las defensas que quizá construiría para protegerse y amortiguar cualquier golpe que le produjera una determinación inesperada. ¿Cómo no?, ya le había pasado, el mismo día que lo conoció: extraño, con una apariencia con cierto dejo de misterio, y sin embargo así sintió una sensación de tranquilidad con él, de suma atracción.
Ella más que nunca estaba segura de que se había encontrado con su otra mitad, y que amaba a Él como nunca lo había hecho. Claro!, porque era la primera vez que se enamoraba de verdad; aunque ya no era momento para tratar de recalcarlo, ni para pedir disculpas por los errores cometidos.
Inevitablemente Ella no tenía el control en sus manos y fuese cual fuere lo que el destino le tenía deparado, debía aceptarlo, con la absoluta alegría o con el absoluto dolor, pero aceptarlo al fin, y respetarlo.
Ya no quería escribir más. La inspiración se le había ido...